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Naturaleza

El Cabo de San Antonio

cabo de san antonio

Es muy complicado sacar fotos en un velero, a mí al menos me lo parece. Muchas cosas de las que estar pendiente, tanto fotografiando como sin hacerlo, prestando atención a los cabos, pendiente del rumbo si no llevas el piloto automático, y no hablemos si se va de ceñida y además tienes que tratar de no escurrirte. Todo se mueve navegando, incluso pareciera que lo hacen también las formaciones rocosas que vemos desde la borda.
Y hay una en concreto a la que le tengo mucho cariño
a pesar de que se me mueva tanto cuando la veo…

 

No es que haya navegado mucho y mucho menos
por sitios exóticos, tan solo el Mediterráneo,
aunque decir “tan solo” no lo veo para nada correcto.
Mi segunda travesía fue un fin de semana en el que
navegamos desde la marina de Oliva hasta el puerto de Jávea
y a medio camino lo vi por primera vez:
El Cabo de San Antonio. Gigantesco e imponente, hasta el viento cambia cuando pasas por su lado, y aminoras los nudos para que ese momento dure un poco más y poderlo ver desde todos sus lados, llenos recovecos y cuevas que parecen unos ojos que vigilan a los navegantes.

Es el hito que haces en el camino
y cuando lo pasas, ya sea hacia un lado o a otro,
miras por la popa para ver como sus picos se alzan
sobre el mar como una fortaleza natural, que cada vez
se hace más pequeña pero que nunca desaparece.

Centenario del parque nacional de Ordesa y Monte Perdido

«EL DÍA QUE TOQUÉ EL CIELO»
 

De siempre me ha gustado la montaña y quienes me conocen saben perfectamente lo que la disfruto. De pequeña me llevaban a rutas sencillas y desde entonces me encanta el aire fresco, los paisajes y la sensación de aventura y a la vez de paz que se siente cuando haces una caminata.

Pero no fue hasta que llegó un mal año (la adolescencia te puede dar mucho dolor de cabeza) que sentí que podía enamorarme de un sitio. Fue un viaje inolvidable e irrepetible por todo lo que lo rodeaba. Un viaje de encontrarse a una misma.

Cuando subí allí arriba no importó nada, fui una con la montaña. Todo lo malo quedaba en la falda y allí, en lo alto del mirador, sólo estaba yo a un palmo de tocar las nubes y con todo el mundo a mis pies. Aquel fue el día que toqué el cielo y desde entonces vivo soñando con tocarlo otra vez.

ordesa y monte perdido
rio tera

Rivera del río Tera

El pueblo de mi madre, Aguilar de Tera (Zamora) ha sido el sitio donde posiblemente haya hecho más fotos. Es un sitio que no me trae especialmente buenos recuerdos por muchas cosas y donde dejé de estar a gusto por muchos motivos. Ir allí siempre me ha costado y solo ha sido contadas veces cuando ha sido una experiencia agradable.

Quizá es por eso que es el sitio donde haya sacado más fotos, por pura evasión y porque me daba lo que necesitaba en esos momentos.
Una parte de mi ha querido retratar lo que había allí quizá buscando sosiego (porque algo bueno tenia que encontrar) o quizá por el mismo motivo por el que escuchamos una canción triste cuando estamos tristes. Sea como sea, se que allí despertó gran parte de la pasión que siento por la fotografía aunque me cueste encontrarle
un sentido que la una a este sitio.

Esta foto es de una de las riveras del río Tera y la hice hace unos cuantos años en uno de esos inviernos que allí parece que pesan el doble. Estos chopos que parece que se te echaran encima me sugieren mucho este estado de ánimo que me transmite el sitio pero a la vez vistos desde este punto me parecen bellos. Hay algo en esta vista que me gusta y me atrapa y por ello quizá tanto el pueblo
como esta foto tienen un poco de mi misma.

Fragmentos

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